viernes, 13 de julio de 2012

Capítulo 2 Garrett Blair (primera parte): Los del 13

      ¿Algo estremecedor? El perro de anoche. ¿Algo raro? Que el profesor Clapton falte a clase. ¿Algo inesperado? Lo veréis.
      Los profesores de guardia decían que padecía una repentina pero leve enfermedad, que no nos preocupemos y que nos había dejado tarea. Afirmaban que el lunes volvería a clase para corregir los ejercicios, pero sus caras de preocupación decían lo contrario.
      En el comedor apenas había gente. Los de primero y segundo curso estaban de excursión y tercero y cuarto optaban mayoritariamente por comer en casa. Pero nosotros no. Se repitió la misma parafernaria. Scarlett y sus amigas corrieron al baño -esta vez sin excusa alguna- y Back y yo charlamos de motos, como siempre.
     - ¿Sabes? El otro día la vi. Implacable, hermosa...-.
     - Espera, ¿me hablas de la moto? Ya me lo contaste- estaba perplejo por la falta de memoria que habían ocasionado los cascos de hockey en Beck.
     - Oh, sí es verdad- al parecer, los temas de conversación no son su fuerte, es algo de lo que me he estado asegurando los dos últimos años.

     Beck me acompañó a casa para que le dejara los apuntes de física de la semana pasada. Os preguntaréis por qué. Resulta que había estado trabajando sin contrato en un taller mecánico la última semana y sus padres acabaron por descubrirlo, sea de un modo u otro. Lo que yo decía. El casco le aprieta. El caso es que no se había enterado de las últimas clases y al ver el enorme taco de apuntes casi se desmaya.
     - ¿Está loca?- exclamó indignado.
     - Eso pensamos todos- se lo fotocopié y grapé-. Oye, tengo que hacer cosas, ¿nos vemos mañana?
     - Uf... no puedo. He quedado con mi hermano para ver el partido de mi sobrino. Tal vez el lunes.
     - ¿Tal vez?
     - Sí, he encontrado otra forma para ir a currar. Mira, a la entrada, tú me esperas...
     - Ya lo hablaremos otro día- no le dejé acabar. No me gusta que me involucre en sus planes, siempre acaban mal-. Hasta cuando sea.
     - Vale- dijo con desgana y bajó los escalones. Le vi salir a través de la ventana algo interesado por los apuntes.

     Esto estaba dentro de las cosas que tenía que hacer. No puedo estar un viernes sin pedir una pizza ni ver Bones. Hoy televisaban un nuevo capítulo y me hacía ilusión verlo.
     Van a destapar al cadáver de aquél catastrófico accidente cuando llaman a la puerta y casi me da un infarto. Creí que era el chaval de la pizza pero, cuando abro la puerta y me encuentro a la temeraria vecina de negro con el pelo tremendamente alborotado y un hacha tamaño XXL en la mano derecha me caigo hacia atrás.
     - Garrett, mi madre cree que tú podías ayudarnos- dijo, resaltando lo de "cree" y esbozando una traviesa risa.
     Me había quedado de piedra por el susto, el ridículo que he hecho al caerme y el mero hecho de que supiera mi nombre.
     - Garrett...- me llamó. Dio un paso hacia delante con la intención de tenderme la mano para ayudarme a levantarme pero yo ya estaba de pie.
     - Ho...hola- dije estúpidamente-. Eh... exactamante, ¿en qué os puedo ayudar?- salió del descansillo de la puerta para señalármelo.
     - Estamos talando el roble. Los nuevos, los vecinos del 13 nos van a demandar. Dicen que les ensuciamos la dichosa piscina pero en realidad son ellos los vagos que...- hizo una pausa-. El caso es que es muy grueso ergo duro y nosotras no podemos ¿Podrías intentarlo tú?- lo dijo con un rintintín irritante y desafiante, por lo que dije que sí. Me gustan los desafíos. Además, lleva un hacha en la mano.
     La señora Kerr me saludó al entrar. Tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar. Yo había crecido a la sombra de este árbol los pocos años que llevaba viviendo aquí y jamás se me pasaría por la cabeza que acabaría así. Me gustaba sentarme a comer bajo sus ramas que sobresalían a la calle, hasta que venía la hija de la señora Kerr y salía corriendo. Aún así, es un precioso roble que solo un descerebrado se le ocurriría talar.
     - Veo que Diana ha acabado convenciéndote- señalaba con la cabeza a su hija, Diana. Tras años de sufrimiento y desesperación por evitar esa palabra, acabo descubriendo cómo se llama. Diana.

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