Me pregunto si habré tenido algún dejavú, pero siempre veo a mi padre aparcar el coche con la misma precisión, los mismos giros, la misma velocidad. Se hace repetitivo. Los invitados habían llegado hace ya tiempo, y mi madre hacía lo que podía por hacer salir algún tema. Ella no tiene ni idea de golf.
- ¡Ah! Este es mi hijo Garrett- mi presencia la ha salvado de un silencio incómodo con aquella familia de estirados sin sentido del humor.
- Hola Garrett, ¿qué tal te encuentras después de la caída?- me preguntó la mujer.
- Oh, bien. Tan sólo fue un esguince. Ya se ha curado- moví la rodilla para que viera que lo hago perfectamente. Mi madre me miraba como si nos estuvieran atracando y yo no lo supiera. Me hacía señales con los ojos y la cabeza hacia la pareja de infelices muy efusivamente, hasta me preocupó que no fueran ladrones de verdad-. Esto... bueno, ¿y el campeona...- la puerta se abrió de repente y detrás de ella apareció un hombre con la camisa sudada y el maletín colgando de la boca.
- Hola- dijo tímidamente, al guardar las llaves en el bolsillo y coger el maletín-, ¿que tal están?- me acababa de dar cuenta de que probablemente sean personas más importantes de lo que yo pensaba. Le hago un gesto a mi madre, cojo una manzana Granny del bol de la cocina y salgo por la puerta trasera a la calle.
(Podéis ver el final de este capítulo en el primer fragmento que publiqué de este libro, en mis anteriores entradas)
No hay comentarios:
Publicar un comentario