lunes, 20 de agosto de 2012

Capítulo 4 Garrett Blair (primera parte): Decepción.

     La cama estaba tremendamente dura. Nunca me fijo en esas cosas, pero ahora me afectaba más la dureza del sitio en el que descanso que de costumbre. Al abrir los ojos, lo primero de lo que me doy cuenta es el lugar. No sé dónde estoy. Puede que sea un hospital, pero jamás había visto uno desde este punto de vista. La cama está en frente de una bandeja con comida humeante. Puede que fuera el olor lo que me haya despertado. La verdad es que no sé cuánto tiempo llevo aquí. Al atar cabos llego a una conclusión: ¿Por qué estoy aquí?
Intento recordar. Palabras que a una persona en circunstancias normales no significarían nada. Para mí tienen un sentido extraño. Las palabras son extrañas. Poco usuales, como traición, huir, secretos, perro, asesinar... sangre. Sangre. Tobillo. Paseo. Diana.
Diana.

     Me incorporé del asiento pero algo me lo impidió. Tenía varios tubos que daban con mis brazos desde bolsas de suero y sangre. La leve aceleración de mis pulsaciones hizo que la máquina empezara a emitir pitidos. Cortos pero rápidos. Y cuando decidí que lo mejor sería calmarme y pensar las cosas más claramente, una leve voz desde la otra punta de la habitación, en la que hasta entonces no me había fijado, me llamó:

- ¿Garrett?- cuando me giré, en la espalda me dio un tirón monumental, de modo que tuve que identificar a aquella persona moviendo el cuello lo más que podía. Era Diana. Pero no parecía ella.

Desde su rostro hasta sus piernas, todo era diferente. Unas ojeras le habían crecido bajo los ojos, cansados y enrojecidos. Me recordaron fugazmente a los de la señora Kerr. La yugular de su cuello estaba más visible que de costumbre y bajaba hacia su espalda, encorvada. Parecía realmente dolida. Pero eso no era todo. Su pie derecho estaba completamente vendado, escayolado. Había pequeñas zonas tan sólo vendadas aún manchadas de sangre. Eso me lo recordó todo. El perro, Kibo. Su perro. Loco, asesino, con los ojos brillantes y rojos. La había mordido con tal fuerza en el pie que se desangró allí mismo. No fue todo. Después fue por mí.

- Diana... ¿te encuentras bien? ¿que pasó?- mi voz se oía perfectamente. Eso me extrañó, ya que, haciéndome a la idea de lo que Kibo pudo hacerme tras que hiriera a Diana, me esperaba que mi voz hubiera sufrido... cambios.

- Garrett, el perro me mordió el pie y... perdí mucha sangre- seguramente era el motivo por el que estaba tan malherida. Me dieron ganas de levantarme y ayudarla, ya que ella parecía mucho más lastimada que yo y estaba en una silla.

- Pero... ¿te encuentras bien? Es decir, pareces muy herida- no quería decirla que parecía una muerta viviente, pero no podía quitarme los tubos y dejarla a ella tumbarse.

- Estoy, estoy bien. Es sólo la sangre. Tú estás peor. Al menos, deberías- no sabía muy bien a qué se refería, podría ser por las dos malas noticias que no se me fueron un segundo de la cabeza, o podría simplemente ser lo que no sabía, qué me hizo Kibo. Diana entendió mi duda a través de mis ojos y me contó lo sucedido-. Oyeron mis gritos y llamaron al ambulancia y a la policía. Kibo estaba acabando conmigo cuando llegaban, pero no les dio tiempo a cogerte, por lo que Kibo se lanzó a lo primero que vio. Tu pecho. Por eso te duele la espalda. Fue una herida muy profunda y si llega a ser más cercana al corazón...- Diana paró. Contuvo las lágrimas, esperó unos segundos y continuó, más pausadamente-. La policía le mató en cuanto le vieron los ojos. Pero no es culpa suya que... Bueno, eso, no, no viene al caso- y por fin supe la razón de la expresión de su rostro. De su triste figura. Kibo, probablemente el único y más querido perro que haya tenido, ahora estaba muerto. Pero, si lo pienso, no es del todo mi culpa. A Kibo le hubieran encontrado monstruoso de cualquier manera, y tal vez no fuera la policía quien lo hiciera... Hubiera sido un desastre-. Gracias por llamar la atención de Kibo para que parase de morderme. Fuiste valiente. Pero no te has visto la herida- es cierto, no lo había hecho.

     Pero tampoco estaba seguro de hacerlo. Ahí debajo, probablemente estaría la cosa más asquerosa que jamás haya visto. Aunque, tras pasar lo que pasamos con lo Kibo y, ver a Diana prácticamente descarnada... Me levanté la sábana, pero tenía el camisón del hospital puesto. Supongo que sería un nivel más antes de ver mi propio interior. Tiré del cuello del camisón hacia abajo lentamente. No me imaginé que fuera tan grande.

     Centímetros y centímetros. La venda se extendía prácticamente por todo mi costado derecho. Pero supongo que la incisión sería la cuarta parte. O menos. Tal vez sólo lo esperaba.
Seguramente no debería quitarme esta venda, pero el hecho de que tan sólo estuviera agarrada con unos trozos de celofán me daba mayor seguridad. Y allí estaba. La raja más larga estaba en pleno proceso de cicatrización, las pequeñas, provocadas por las otras uñas ya lo habían hecho. Pero no quería mirar fijamente el centro. Era, literalmente, un agujero.

     Profundo, tal y como había dicho Diana. Era como si hubieran metido un cuchillo, le hubieran dado la vuelta y hubieran sacado un trozo de carne. Asqueroso. Doloroso. Pero lo era. Los bordes ya cicatrizaban, y en el centro se había formado una masa de sangre seca con pequeños agujeritos por los que se veía el interior, pero al estar tumbado, nada salía de ellos.

     Al quedarme embobado mirando mi herida, Diana me miraba a mí, preocupada.

- Garrett, hay... cosas de las que hablar. No creo que pueda decírtelas, pero. Verás, esto... lo que ha pasado con Kibo... probablemente se repita. Y no igual, es decir, puede ser más grave y...- me quedé quieto un segundo, luego tapé de nuevo la herida mientras procesaba lo que acababa de decir. Y por último, decidí darle la razón y cambiar de tema. No estaba bien.

- Tranquila. ¿Sabes? Hay una cosa que no me dejaste decirte- lo primero que se me ocurrió, fue decirle la segunda cosa que tenía pensada contarla para desahogarme durante el paseo-. Yo...

- Garrett, eso ahora no...- me interrumpió, y redundantemente, fue interrumpida también. Entró la doctora, lo averigüé por su bata, con unos papeles en la mano y antes de decir nada, Diana cogió las muletas y salió por la puerta tras despedirse rápidamente.

-Bueno, ¿Garrett, no?- dijo, una vez cerró la puerta y se situó frente a mí-. Su amiga está bien, lo peor que puede pasar es que tenga que llevar las muletas más tiempo de lo normal, la carne se regenarará sola- supongo que tenía cara de asustado, porque sería raro que me contara lo ocurrido a Diana, cuando es mi enfermera.

- Gracias- dije, sonriendo.

- Usted está bien, se recuperará rápidamente. Nos ha sorprendido lo rápido que se cicatrizan las heridas. Ha tenido mucha suerte- hizo una pausa y su cara le cambió. como si quisiera saber algo-. Si no le molesta tanto... ¿me podría contar lo ocurrido? Me parece algo de lo más extraño. Ese perro... era aterrador, ¿verdad?

- Tremendamente aterrador-.

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